¿Educar en valores o educar en virtudes?
Con frecuencia
escuchamos que la grave crisis que atraviesa Venezuela es una crisis
de valores: que a los jóvenes de hoy no se les educa en valores porque
la mayoría de ellos vive en los barrios, en situación de pobreza, en familias
descompuestas. Estos elementos tienen un peso importante, pero no dan con la
raíz del problema.
También se
dice que hay niños bien educados, que asisten a colegios donde se les enseña a
ser jóvenes de valores, pero grande es la confusión cuando vemos que estos
jóvenes crecen y se dedican a hacer negocios sucios o a la delincuencia por
diversos medios.
Los jóvenes que están verdaderamente bien educados, que los hay en Venezuela –de bajos, medios o
altos recursos-, son aquellos que, efectivamente, hacen que lo que consideramos
valioso pase a formar parte de nuestra realidad. Para ello no sólo hace falta
enseñar valores sino, principalmente, educar en virtudes:
enseñar hábitos operativos buenos que capaciten a los
jóvenes venezolanos a alcanzar lo bueno, lo que ellos y la sociedad consideran
como lo mejor.
Partamos de un
enunciado para explicar esta realidad: si queremos una Venezuela
justa hará falta hombres justos que hagan que la justicia forme parte de
nuestra realidad.
La justicia es
el valor con el que mejor podemos explicar la efectividad de una educación en
virtudes, pues la virtud en su globalidad capacita al hombre no sólo
a darle a los demás lo que le corresponde, sino también a que cada uno se dé a
sí mismo, elija, lo que le corresponde, lo que le hace mejor. En
este sentido, un hombre justo es aquel que está en la capacidad de “alcanzar un
proyecto de vida que considera valioso”, un proyecto que favorece el desarrollo
de sí mismo y de la sociedad.
El hombre
justo se comienza a educar en la casa. Cuando el niño, por
medio del ejemplo, ve que sus padres son ordenados,
trabajadores, responsables, y comienza a practicar unas buenas acciones que se
convierten en hábitos. Con estos hábitos, a su vez, el joven
va forjando un carácter con el que será capaz de
escoger con mayor facilidad lo mejor para sí: estudiar, trabajar honestamente,
etc.
La educación
en la virtud, para formar hombres justos, también se ve en la práctica de la
templanza, de la fortaleza, de la caridad, de la honestidad, que se adquieren
como hábitos, y permiten tener “carácter” para decirle que no a actos
perjudiciales que, de evitarse, podrían ahorrar muchos problemas al mismo joven
y a la sociedad.
Educar en la
virtud pide mucho de los padres, de los profesores, de los
políticos, de los intelectuales, pues aquellos que hablan de
valores, de cosas grandes, también están obligados a vivirlos y a contribuir a
hacerlos realidad.
La grave
crisis que hoy atraviesa Venezuela más que una crisis de valores es una crisis
de virtud. Hay muchos políticos que hablan de justicia, de libertad, etc; y que
critican una estructura política injusta. Pero más allá de discursos
que exijan un cambio de estructura necesitamos gente justa, libre, que esté
primero dispuesta a cambiarse a sí mismos, a luchar por alcanzar lo mejor, para
compartirlo y realizarlo en el camino.
…Sino seguiremos queriendo una
sociedad justa, seguiremos “teniendo un sueño”, pero esa Venezuela justa no la
conseguiremos.
Gabriel Capriles
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